‘¿Es nuestro sofá pecaminoso?’ les pregunté a mis hijas mientras discutíamos el tema del aborto durante una devoción familiar. ‘No’, dijo mi hija menor, ‘¡a menos que crezca brazos y empiece a golpearnos!’
Cuanto más pienso en su comentario gracioso, más veo la lógica detrás de él. Ella sabe instintivamente que las cosas (sofás, sillas, almohadas) no son pecaminosas porque no son personas. Pero si esas cosas fueran más parecidas a las personas (¡con brazos que pudieran golpearte!), entonces ‘pecaminoso’ podría ser la palabra correcta para describirlas.
¿Qué tiene todo esto que ver con el aborto? En el Salmo 51, el rey David escribió: ‘En maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre’ (versículo 5). David confesó que fue pecaminoso desde el momento de su concepción. Si solo las personas son pecaminosas, en contraste con las cosas como los sofás (o grupos de células), entonces Dios nos está revelando una verdad masiva que debe moldear nuestra visión del vientre materno. Dios declara que la vida humana comienza en la concepción.
Si ese pasaje no fuera suficiente prueba, considera el ADN único formado una vez que un espermatozoide fertiliza un óvulo. A diferencia de las células maternas que lo rodean, ese cigoto tiene su propio código genético. Tal vez Dios nos guiñó un ojo, recordándonos cuándo comienza verdaderamente la vida creada.
Entonces, ¿qué significa esto para nosotros? ¿Para aquellos de nosotros que hemos tenido o hemos alentado un aborto? Espero y rezo para que regreses mañana y descubras la respuesta de Dios a esa pregunta.