A veces todo se nos muestra sin tapujos. Vemos claramente la realidad de nuestra situación y nuestra necesidad. Podemos evaluar cómo nuestras propias acciones han llevado al dolor que caracteriza nuestras vidas.

Este parece ser el estado mental de David en el Salmo 38. Él está llevando a cabo una revisión de la realidad con el Señor: ‘Tus flechas me han traspasado… no hay nada sano en mis huesos… mis heridas están podridas… a causa de mi necedad pecaminosa’ (versículos 2,3,5). Se describe a sí mismo como débil, aplastado y angustiado.

También es humilde: ‘Señor, todos mis anhelos están delante de ti; mis suspiros no te son ocultos’ (versículo 9). La situación de David es sombría. Sus propias acciones han traído consecuencias dolorosas. Siente que el Señor le está permitiendo estar en el foso que las propias acciones de David han cavado.

David está aislado y sin amigos. Sin embargo, en su miseria y honestidad, se encuentra el camino hacia adelante. Él tiene confianza en que Dios lo perdona y seguirá proporcionando el camino hacia la integridad, la renovación y la vida.

Es difícil someternos a examen, ser brutalmente honestos y vulnerables. Sin embargo, como David nos dice, nuestro Señor camina amorosamente a través de este proceso con nosotros, incluso cuando a veces tenemos que soportar los resultados de nuestras elecciones. Él está esperando para recorrer el camino con nosotros y guiarnos hacia la renovación.

‘Señor, no me abandones; no te alejes de mí, Dios mío. Ven pronto en mi ayuda, mi Señor y mi Salvador’ (versículos 21,22).