Mi familia y yo tomamos una decisión recientemente que fue un poco aterradora. Fue aterrador porque impactó la cantidad de ingresos mensuales a los que nos habíamos acostumbrado.

A lo largo de este proceso, se ha vuelto dolorosamente evidente lo fácil que es caer en la trampa de equiparar la estabilidad de la vida con la estabilidad financiera. Es como si hubiera un número mágico que debe existir en nuestra cuenta bancaria que significa que podemos dejar de preocuparnos. Incluso he sido tentado a creer que Dios afirmará nuestra decisión haciendo que ese número aparezca en nuestra cuenta a pesar del cambio en nuestros ingresos profesionales.

Pero la realidad es que el amor de Dios es mucho más grande que los signos de dólar. Él no está limitado por las reglas y limitaciones de nuestro mundo. Lo que quiero decir con eso es que sí, si quisiera, ciertamente podría hacer que el dinero apareciera de la nada. Pero también puede protegernos y proveernos de maneras que hacen que el dinero sea obsoleto.

Esto realmente no me quedó claro hasta el otro día cuando estaba leyendo acerca de los israelitas en el Antiguo Testamento. Habían dejado Egipto, donde tenían un trabajo relativamente estable (aunque tóxico), comida y vivienda, para seguir el llamado de Dios. Este llamado terminó llevándolos en un viaje de 40 años a través del desierto antes de llegar finalmente a su destino prometido.

Así que durante 40 años vivieron una vida incierta, un día a la vez. Y esto no ofrecía ningún tipo de seguridad regulada por los humanos. Sin sueldo regular. Sin refrigerador o congelador con un arsenal de ravioles y pollo para un día lluvioso. Hubo períodos de tiempo en los que ni siquiera tenían una fuente fresca de agua hasta que Dios la proveyó.

Pero Dios les proporcionó todo lo que necesitaban. Esto es bastante asombroso, pero no fue la revelación impactante que tuve.

La revelación impactante que tuve es que Dios también cuidó de ellos ELIMINANDO necesidades.

Dos veces en el libro de Deuteronomio, Dios señaló a los israelitas que los había mantenido seguros permitiendo que sus recursos duraran una cantidad sobrenatural de tiempo. “Durante estos cuarenta años, ni tus vestidos se envejecieron ni se hincharon tus pies” (8:4). “Durante los cuarenta años que te hice caminar por el desierto, tu ropa no se desgastó, ni se hincharon tus pies. No has comido pan ni has bebido vino ni licor. Esto fue para que supieras que yo soy el SEÑOR tu Dios” (29:5,6).

Traducción:

Durante 40 años vivieron cada día sin necesitar una agenda o recordatorios con notas adhesivas de los planes del día o una alarma para asegurarse de despertarse a tiempo para el trabajo. Durante 40 años no necesitaron un par de zapatillas Nike NUNCA. Durante 40 años, la ropa que usaban TODOS LOS DÍAS resistió todas las fuentes imaginables de estrés y no necesitó ser reemplazada. (¿Alguien conoce a un fabricante de ropa que supere esto? Mi suegra tiene una camisa de hace 40 años que parece nueva, pero solo la usa en el Día de los Caídos). Durante 40 años sobrevivieron sin comida reconfortante, hora feliz y terapia de compras. Dios dijo: “Hice esto para que supieras que yo soy el SEÑOR tu Dios”.

Saber que él es “el SEÑOR tu Dios” significa confiar en que él puede y proveerá de maneras que van más allá de nuestra comprensión. Significa que tú y yo podemos tomar un respiro profundo y seguir su plan mientras observamos emocionados quién, qué, dónde y cómo. Mientras atravesamos momentos de viajes inciertos, tenemos esta increíble oportunidad de experimentar la bondad y el poder de Dios de formas totalmente nuevas. Podemos pedirle que elimine nuestras suposiciones sobre lo que necesitamos y nuestras suposiciones sobre cómo recibiremos.

Con Dios, tenemos la libertad de emocionarnos por los momentos en que nuestras cuentas bancarias parecen vacías.