Cuando mis hijos eran pequeños, mi esposo decía que debería escribir un libro llamado Cómo Mentirles a Tus Hijos, porque yo decía cosas como: ‘Vaya, qué lástima, iba a darte helado, pero como están peleando, eso no va a suceder’. No tenía helado. O sugería que íbamos a ir a la piscina del vecino pero no cumplía porque estaba cansada.

Entonces, cuando leo que nuestro Padre celestial ‘no miente ni se arrepiente; porque no es un ser humano, para que se arrepienta’ (1 Samuel 15:29), me siento un poco desconcertado y humilde.

Me maravilla que el Dios que me creó no solo no miente, sino que tampoco puede mentir, porque no está en su naturaleza. (Satanás, por otro lado, es llamado el padre de las mentiras, así que está bastante claro de quién son los pantalones en llamas).

Además, Dios cumple todas sus promesas, cada una de ellas. Él sabe lo que es bueno para nosotros tanto a corto como a largo plazo, y se adhiere a ese plan. Su Hijo, Jesús, podría haber venido a la tierra y cambiar de opinión cuando vio lo dolorosa que sería una muerte en una cruz, pero no lo hizo. Soportó el dolor, sin vacilar en su compromiso con nosotros. Cuando promete el cielo, el cielo realmente está esperándonos. Cuando nos dice que vamos allá, sabemos que cumplirá su palabra.